viernes, 22 de enero de 2021

Dislexia

#MiMejorMaestro

 

Cerca de mi colegio pasaba un río de tinta. Corría oscuro, rumoroso, cantarín. Cuando en la asignatura de lengua la Seño Esperanza me veía ponerme roja, bajar los ojos y retorcerme el llanto, daba una fuerte palmada que apartaba de mí la atención de mis compañeros y terminaba la clase con cualquier excusa. Luego me cogía de la mano y decía: “vamos a bañarnos al río”, aún sabiendo que a mí me daba pánico. Yo apenas conseguía nadar. Daba unas brazadas, mientras convertía la tinta en letras, las letras en palabras, pero luego empezaba a hundirme, me faltaba la respiración, me faltaban las frases y la Seño tenía que sacarme del pelo antes de que me ahogara. Era tan fácil para ella… Se sentaba en la ribera, mojaba los pies en la orilla y escribía sus artículos del periódico como si nada. La realidad estaba ahí, mojaba la pluma y la hacía corpórea, magia sobre el blanco papel. Pero mis pensamientos no se dejaban teñir, bullían en mi cabeza, se reían de mí y huían a la carrera como fantasmas temerosos. Ella insistía e insistía, y me hacía mojar la lengua en el río, mojar las manos y, era verdad que allí estaban, formas negras como lombrices traviesas, pero solo conseguía sacar vocales y consonantes sueltas. La Seño Espe me regaló una preciosa caja de galletas y me dijo que las fuera guardando todas, como joyas preciosas, hasta el día que pudiera escribir esta historia.




Microrrelato seleccionado entre los 10 primeros finalistas, de entre más de 900 relatos, en el Concurso de Zenda Libros, #MiMejorMaestro

jueves, 7 de enero de 2021

Navidad en el hospital

#unaNavidaddiferente

 

Durante esta Navidad, llena de luces sin luz, de mesas repletas de comida sin comensales, de alegres adornos sin alegría, al hospital ha llegado un elefante. Es enorme y arrugado, muy viejo. Intenta ayudar en lo que puede y le permite su corpachón gigantesco. Pacientes y personal lo miran temerosos. Mantienen la respiración cuando entra en una habitación cualquiera para dejar la medicación o traer el termómetro. ¡Ay! que tira el vaso de la mesita, ¡ay! que le da al soporte del suero, ¡ay! que con la trompa va a arremeter contra la cama, ¡ay! que al barritar se vuelan las sábanas. Pero milagrosamente, a pesar de su torpeza, hace de enfermero con eficacia y sale con lentitud de sabio paquidermo sin romper nada. Ni siquiera derriba del árbol que hay en el mostrador de enfermería alguna bola brillante en precario equilibrio. A veces, para desentumecerse de sus calculados movimientos en sitios tan pequeños, se da unas carreras por los largos pasillos. Entonces todo retumba y los enfermos saltan en sus camas, incluso ríen. En realidad, no es más que una distracción. Mientras tanto, sin que se fijen en él, su domador puede realizar el trabajo que vino  a hacer sin contratiempos.

Participación en el Concurso de Zenda #unaNavidaddiferente.