jueves, 15 de octubre de 2020

El pastor

#historiasrurales

 Un día tras otro, da igual si es lunes o sábado, con ese olor repugnante metido hasta el tuétano. Perdido en aquel pueblucho, en aquella sierra que se conoce palmo a palmo. Y caminar, caminar sin llegar a ninguna parte. Cansado de su ropa sucia, del sudor, de la soledad y la escasez. Solo con el consuelo de algún atardecer especialmente bello o los libros que lee. Y la carga, la carga de aquel rebaño reunido con tanto esfuerzo por su padre, que no termina de morirse, tan orgulloso de aquella vida sencilla y honrada. Y él harto, pero harto de aparentar lealtad de buen hijo… llevando una vida que odia. Pero hasta aquí. Se acabó. Con la excusa de la proximidad de la feria de ganado, organiza una junta para pactar los precios, siempre impuestos por los grandes empresarios. Esa noche duerme feliz bajo las estrellas, soñando con un porvenir distinto, porque todo el mundo sabe que, a reunión de pastores, ovejas muertas.



Participación en el Concurso de Zenda libros #historiasrurales



viernes, 24 de julio de 2020

Ocaso


Un viejo camina por la playa a diario, varado en los días de un extraño verano de vacaciones familiares. Con la rutina del que nada espera, se entretiene en coger algún trozo de cuerda huérfana, un erizo muerto, piedras blancas como lágrimas de ahogados o desconsolados restos de modernos naufragios. Un día ve llegar una caracola de espirales perfectas. Son objetos curiosos las caracolas. Cuando son arrastradas por las olas, siempre hay alguien que les quita la arena y se las acerca para escuchar. ¿Para escuchar el qué?, nos preguntamos siempre. El sonido del mar, dicen. Pero mienten. El viejo se agacha con dificultad, la toma  y se la pone en la oreja.
—¿Qué? —interroga lacónico el hijo que le acompaña.
—El oleaje —miente el primero. Y la lanza al agua como si quemara.
Pero ya es tarde.  Ha oído el mensaje.



Participación en le Concurso de Zenda Libros #historiasdeviajes



lunes, 20 de julio de 2020

Finales de verano


Tardes sin puñaladas de relojes. Tiempo suspendido de empleo y sueldo. Mar pintado con el color cian de un estuche de ceras. Besos siempre nuevos. Helados de fresa de los campos de fresas para siempre. Cuerpos  desnudos sobre suelos frescos. Miradas que se beben con cañita. Olvido no olvida, es más, lo recuerda en demasía. Recuerda su viaje a Agua Amarga, la textura de la arena o el olor de la brisa marina como si estuviera viajando, tocando y oliendo en este mismo momento. Sobre todo recuerda a su amor de verano, con la viveza de mil alfileres clavados en su estómago. Su amante sí ha olvidado a Olvido, con la facilidad del que ha querido solo a medias y puede borrar sin pesar las muchas fotos que entonces necesitó tener de ella. Casualidad de tiempo y lugar, un fresco día de octubre, el recuerdo de Olvido y el olvido de su amante se encuentran por la calle. Se saludan con cortesía. "Adiós, Olvido", dice él. Y de pronto recuerda y la vuelva a amar con locura. "Adiós, recuerdo", dice ella. Y entonces Olvido, por fin, le olvida. Un justo final para la historia, de entre todos los finales. Pero hay que recordar que ese día era tormentoso y toallas descoloridas, sombrillas y palabras gusta de llevárselas el viento.


Participación en el Concurso de Zenda Libros #historiasdeviajes


lunes, 11 de mayo de 2020

Cielos

Tantos muertos durante la pandemia, tantos, que hubo que organizar los cielos. Los mayores al cielo de los perros, que ya no hay sitio en el de los hombres. Sin duda, allí serán felices los suicidas octogenarios que desafiaron tantas veces a la muerte, los sabios más por viejos que por diablos, los artríticos lentos como tortugas, los curtidos lobos de mar, los valientes de causas perdidas, las madres de antiguos niños muertos, los audaces sin pelos en la lengua o los tardíos deportistas extremos. No recibirán ni un ladrido reprobatorio y solo se les exigirá una conducta medianamente canina, como amarse a mordiscos, redimirse a lametones o revolcarse en el consuelo. Habrá ciertas normas, eso sí. No podrán perseguir gatos. Pero, como decía mi abuelo, ningún paraíso es perfecto.


Para el Concurso de Zenda Historias de mayores #NuestrosMayores.





Ha quedado entre los 10 microrrelatos finalistas premiados. Ver el fallo AQUï