lunes, 16 de diciembre de 2019

Reencarnación


El monje tibetano Nagarth siempre enseñaba a sus discípulos la historia del único hombre del mundo que recordaba todas sus vidas pasadas. Los mismos afanes,  fracasos e ilusiones se repetían en sus muchas existencias a pesar de que, en cada una de ellas, el hombre intentaba enmendar los errores. Ya al final de la última vivida, lloró sin consuelo tendido en su cama. Desesperado, abandonó la búsqueda del sentido de todo aquello. Contado esto, Nagarth guardaba un silencio elocuente.
—Maestro, ¿es que no es correcto sentir desesperación ante la certeza de representar sin libertad la misma función, una y otra vez, como en un gran teatro?
—No. Lo correcto sería sentir curiosidad por descubrir ante qué público se actúa.




Finalista de noviembre en La Microbiblioteca.

La vaina

Premio RedPal


Mi padre era un gigante. Subidos sobre sus hombros veíamos el mundo. Un día empezó a encoger. Apenas un milímetro al mes. El médico nos dijo que era una enfermedad incurable. Primero encogía la cabeza y luego le seguía el cuerpo, por pura empatía. No sabíamos cómo cuidarlo, solo quererlo. Así que le llevábamos siempre de la mano, le dábamos besos sonoros, le recordábamos la alegría o le mostrábamos la luz de las estrellas. Él se despertaba a veces perdido y decía, ¿por qué ha crecido hoy tanto el mundo? Ya tan pequeñito, nosotros ahora los gigantes. Mi madre, terca, cogía el metro de costura y medía su corpachón postrado sobre la cama. Ves, niña, está igual que siempre. Y era verdad, porque necesitábamos ocho personas para bañarlo. Pero yo sabía, al mirar sus ojos vacíos de sí mismo, que no tardaría en caber en una vaina de habichuelas.


                                                                                                                 A mi padre.





Tercer Premio de I Concurso de microrrelatos RedPal, Red de cuidados paliativos de Andalucía. Vídeo de la entrega de Premios AQUI